En 2007, cuatro instrumentistas de música clásica tuvieron una conversación donde descubrieron un deseo común: comprender mejor el repertorio que tocaban. Como ell@s mismos explicaban “Nos dimos cuenta que éramos instrumentos de una estructura maravillosa, la orquesta. Pero sólo instrumentos.
Nuestro deseo era encontrar una manera de estar en el centro del proceso de creación, comprender cada partitura que tocábamos, su estructura, su lenguaje, su mensaje, con la voluntad de lograr una interpretación colectiva”.
Querían cambiar; de ser instrumentistas a ser músicos.
A raíz de esa conversación, fundaron una nueva orquesta, con una “condición vital” diferente a las habituales: una orquesta sin director.
La crónica habitual sobre esta iniciativa es precisamente ésta: “una orquesta sin director”. Me parece una crónica realizada desde algunos de los sistemas de valores de primer orden (del púrpura al verde). Una crónica sobre “una rebelión contra el poder establecido”.
Las personas fundadoras comparten otra historia. Manifiestan que lo que hicieron fue regalarse un espacio de estudio con músicos afines a ell@s, con los que analizar y explorar en profundidad una partitura, sin limitaciones de tiempo. Desde el convencimiento que podían aprender el un@ del otr@, si previamente generaban una nueva “condición vital”: espacios de conversación entre ell@s sin la intermediación de una batuta.
50 músicos de 16 nacionalidades diseccionan cada obra con pasión. Cada un@ de ell@s puede aportar su punto de vista, una vez se ha asegurado que su aportación está al servicio del proceso de construcción colectiva. En algunas ocasiones han requerido el acompañamiento de un coach musical; alguien ajeno al proyecto al que reconocen su experiencia como músico y en el que confían para comprender las obras en profundidad y en comunidad.
En momentos el proceso ha sido agotador; se estaban adaptando al cambio y aprendiendo a conversar. Al mismo tiempo, tod@s coinciden que esta experiencia es para ellos una bocanada de aire fresco, y que hasta ahora éste es el formato que más les ha acercado a su ideal: ser músicos.
El nombre de la orquesta es Spira Mirabilis. En latín, la espiral maravillosa*.
He preparado un montaje de video que incluye un mismo fragmento musical (el final de la sinfonía nº 1 de Robert Schumann) interpretado por una orquesta con director y después por la Spira Mirabilis; además hay algunos momentos de su manera de conversar y ensayar.
Para mí es una muestra de cómo personas pueden hacer una misma cosa, – tocar una sinfonía de Robert Schumann -, desde motivaciones diferentes. Ninguna más válida que la otra. En el primer caso, la motivación está focalizada en encajar como piezas de una estructura rígida. En el segundo, les mueve el deseo de crear una organización viva. El lenguaje corporal de Lorenza Borrani, la violinista concertino en ambos ejemplos, es una muestra de esta diferencia de motivaciones.
«Cada persona tiene derecho a ser como es«, afirmó Clare Graves. A lo que su discípulo Don Beck, añadió: «No podemos cambiar a las personas. Pero las personas pueden cambiar … si se adaptan a las nuevas circunstancias vitales». En este caso que os estoy explicando, la substitución de una sola “condición vital”, una sola, ha facilitado un proceso de cambio, en el que se revisitan y sanan los colores de la espiral.
Púrpura: interdependencia cooperativa y voluntad de cuidarse mutuamente.
Rojo: responsabilidad individual y nuevos liderazgos, distribuidos y de intensidades diferentes, que desde la confianza, la creatividad y la valentía sostienen el espacio para que nazca esta nueva realidad.
Azul: respeto por las nuevas reglas en los ensayos y conciertos, donde los diferentes líderes “predican con el ejemplo”: lideran mientras producen (en este caso, producen sonido).
Naranja: infinita energía de mejora, sin límite de tiempo, al servicio del propósito evolutivo. Foco, adaptabilidad, flexibilidad e independencia.
Verde: transparencia en la comunicación interna, respeto, empatía. “Queríamos crear una nueva realidad en la que poder tocar junt@s”.
Como consecuencia de este viaje, emerge un cambio de segundo grado hacia el amarillo: aceptación de la incertidumbre, mentalidad integradora, interdependiente, flexible e interrogativa.
Uno de los fundadores de Spira Mirabilis, al ser preguntado por la experiencia, manifestó: “No nos encontramos para hacer la espiral. Estamos aquí para ser la espiral”.
Aquí está el vídeo. Dura 3 minutos y medio.
* El término spira mirabilis (espiral maravillosa) se debe al matemático suizo Jakob Bernoulli (1655 – 1705), que nombró así a la espiral logarítmica, en la que las distancias entre sus brazos se incrementan en progresión geométrica,
Jakob Bernoulli escribió que esta espiral puede ser utilizada como un símbolo, bien de fortaleza y constancia en la adversidad, o bien como símbolo del cuerpo humano, el cual, después de todos los cambios y mutaciones, incluso después de la muerte, será restaurado a su Ser perfecto y exacto.
Bernoulli escogió la figura de la espiral como emblema y para su tumba el epitafio Eadem mutata resurgo: “mutante y permanente, vuelvo a resurgir siendo el mismo».